Con frecuencia escucho –y me he escuchado– diciendo “no
puedo más, estoy agotada, necesito vacaciones”, acto seguido nos largamos en
una retahíla de situaciones que ciertamente, justificarían una larga vacación
sin responsabilidades ni solicitudes.
Con frecuencia también he escuchado a personas decirme “es
que tú tienes mucha paciencia” y la verdad no creo que sea así. Considero que
lo que tengo es un objetivo claro: tratar de dar a mis hijos lo mejor de mí en
cada situación, y cuando no lo logro, convertir ese momento en una experiencia
de aprendizaje que nos sirva a todos para aprender cómo nos sentimos cuando nos
desborda la carga y nos invade la frustración.
La paciencia es quizás uno de los valores más importantes
involucrados en la crianza. Se pone a prueba
todos los días y también se desgasta todos los días. La buena noticia es que al igual que un
recurso natural renovable, la paciencia puede cultivarse y recargarse. De ahí el título de este post.
Una vez que nos deslastramos de la culpa que con frecuencia
acompaña a la crianza, y comprendemos que para que nuestros hijos estén bien
debemos empezar por estar nosotros bien; la mirada al manejo de la paciencia
cambia radicalmente hacia un enfoque más positivo para todos.
Creo fervientemente en la prevención y por eso considero
necesario que los padres tomemos diariamente un tiempo para estar a solas
practicando alguna actividad que nos estimule y nos de placer. Cada quien identificará la que más le guste y
esté en sus posibilidades de llevar a cabo, una vez detectado el medio, nos comprometeremos
con nosotros mismos así como lo estamos con nuestro trabajo, nuestros hijos y
demás responsabilidades. De esta manera y desde el deseo sincero de estar bien
para poder brindar bienestar, respetaremos ese tiempo sagrado en que nos
encontraremos con el placer. Llámese gimnasio,
caminata, meditación, aprendizaje de nuevo idioma, jardinería, baile, pintura; como quieran
que sea pero que sea de encuentro con cada quien. Verán cómo su reserva de paciencia se vuelve
a llenar y están más disponibles para sus peques.
En esos momentos en que sientan que no pueden más y que se
ha colmado su tolerancia, es mejor respirar y retirarse de la situación si es
posible. De esta manera también
estaremos enseñando a nuestros hijos a hacer lo mismo cuando se encuentren en
una encrucijada parecida.
Espero que estas líneas los inviten a reflexionar sobre el
trato que nos damos a nosotros mismos y a decidir, a partir de ahora,
dedicarnos un tiempo de calidad individual cada día por beneficio nuestro y de
nuestro entorno.