Del Hogar al Maternal: afianzando y ampliando el Ser
Curso para Profesionales de ‘Escuelas para Padres’
Hospital de Niños.
Caracas, Febrero 2003
Estimados asistentes, fui gentilmente invitada por la Licenciada Angelita López, Coordinadora de este curso, para conversar con ustedes acerca del Inicio de la Escolaridad.
Agradezco la invitación pues siempre es grato para mí asistir y colaborar con las iniciativas del Hospital de Niños, y de FONDENIMA.
Me acompaña muy amablemente esta mañana, Victoria Machado de Crespo, Especialista en Nutrición, pero que hoy va a intervenir en su calidad de mamá. Ella tiene dos vitales y encantadores hijos: Bernardo y Armando, quienes ya le permitieron la experiencia de llevarlos y acompañarlos, en el camino y proceso, del Hogar al Maternal. Victoria nos hablará de ello.
Entretanto, deseo y espero que saquemos provecho de este encuentro.
Si bien preguntarse acerca del sentido de la existencia emparenta con el ámbito de la Filosofía y de la Religión, pudiéramos responder, con el permiso de estos dos respetabilísimos territorios del Pensamiento y de la Fe, respectivamente, y a efecto de lo que aquí nos incumbe abordar, en términos de que: vivir, existir, venir y estar en el mundo, innegablemente representa, (y lo es, de hecho), una oportunidad para Ser.
Y ¿para Ser qué cosa?, sería la inquietud siguiente. Pues para Ser, con S mayúscula, uno. Ser gente, ser persona, ser Ser humano. La sabiduría popular lo recoge en la noción de: llegar a ‘ser alguien en la vida’. Esto es: lo mejor que uno pueda alcanzar Ser, a partir de uno mismo y de sus circunstancias. Incluye alcanzar una posición de respeto, y merecer respeto por ello.
En términos más concretos, tangibles, y muy sucintamente, conlleva crecer, evolucionar, desarrollar las capacidades, sacarles sano provecho; lidiar con los defectos, reconocerlos, meterles el pecho; con las vicisitudes, sortearlas; agradecer las virtudes: apreciarlas, cuidarlas, engrandecerlas; poder aprender de la experiencia, para tener experiencia. Saber disfrutar de la vida, de lo lindo y agradable que ella implica y brinda. Así un día ese ser, quien ‘es alguien’, se despide de modo tranquilo, serenamente, agradecido de la oportunidad.
La vida entera está para eso, para alcanzarlo, en quien así la aprecie, tome y asuma. El interés de ustedes acá: desear ser mejores profesionales, lo avala, lo confirma.
Es una manera de entender y explicar el sentido de la vida y el vivir, que comparto.
Si aceptan esta premisa y me acompañan en ella, entonces, cuando un pequeño sale de su casa al Maternal, está dando un paso más en la serie de otros que ya ha dado, (y de los que aún le aguardan por dar), en su tarea y ocasión de irse perfilando como Ser en el mundo.
Para seguir avanzando, refresquemos el significado que, en el Diccionario de la Real Academia Española (D.R.A.E.), tienen algunas palabras asociadas a nuestro tema.
Hogar: (Del b.Lat.focaris, adj. De focus, fuego) 1.m. Sitio donde se coloca la lumbre en las cocinas, chimeneas, hornos de fundición, etc.; 2. Hoguera; 3. fig. Casa o domicilio; 4. fig. Vida de familia.
Maternal. adj. Materno. Dícese ordinariamente de las cosas espirituales o afectivas.
Materno, na. (del latín maternus) adj. Perteneciente a la madre. Amor MATERNO; línea MATERNA.
Educación: (Del lat. Educatio,-onis.) f.1. Acción y efecto de educar; 2. Crianza, enseñanza y doctrina que se da a los niños y a los jóvenes; 3. Cortesía, urbanidad.
1. Establecimiento público donde se da a los niños la instrucción primaria en todo, o en parte; 2. Establecimiento público donde se da cualquier género de instrucción.
Les sugiero tengan presentes estas definiciones: Hogar, Maternal, Educación y Escuela. Nos será útil para lo que deseo transmitirles.
Hagamos ahora un poco de historia reciente.
En nuestro país, cuando yo era pequeña (hace ya algún tiempo), se solía asistir alrededor de los cinco años a un KINDER, vocablo que significa ‘NIÑO’ en alemán. Y lo destaco, con negrillas y mayúscula, porque a esa edad: 5 años, lo que tenemos delante es eso: todo un ‘señor niño’, o ‘señora niña’.
Hasta ese entonces se había crecido en la casa, y se habían aprendido allí, en familia, en el hogar, un montón de cosas de un modo espontáneo, natural, con los padres, los abuelos, hermanos más grandes. Es así que se contaba con un lenguaje bastante bien desarrollado, y un vocabulario suficientemente rico para entender y hacerse entender en lo cotidiano; esto a su vez facilitaba el intercambio y el relacionarse con los otros niños, y además había el interés. Se sabía ir al baño y atenderse uno mismo sin ningún problema. Las destrezas motoras de caminar, correr, encaramarse, columpiarse etc., estaban bien desarrolladas, lo mismo que las destrezas manuales que, por madurez neurológica, permitían estar listos para colorear con los creyones ‘Prismacolor’, ir haciendo las primeras letras con los lápices ‘Mongol’ o ‘Mirado’, poder comer solo, y hasta usar sin demasiado riesgo, las tijeras. También se tenía edad y experiencia suficiente, para saber que el padre o la madre regresarían a recogernos en un tiempo determinado, e incluso capacidad para irse y volver en un transporte. La edad garantizaba todas esas herramientas útiles y necesarias, para que el Kinder pudiera resultar agradable y enriquecedor.
De allí se pasaba a Preparatorio, y alrededor de los 7 años se entraba en una Escuela o Colegio propiamente dicho, para la Educación Primaria y la Educación Secundaria o Bachillerato, tal como ocurre más o menos en la actualidad.
Si bien las edades que corresponden al período que va de Kinder a Bachilllerato se han mantenido, de varias generaciones para acá la edad en que un pequeño sale de su casa a un centro educativo se ha ido adelantando progresivamente. Y no me refiero a las tradicionales Casas–cunas o Guarderías, donde cuidan a bebés de pocos meses de nacidos. Hablo de que hoy en día es habitual que alrededor del año, año y medio, dos años, un pequeño comience a asistir al Pre-Escolar.
Y quiero llamar su atención y destacar que este período que engloba los años que preceden a la Educación Primaria, y que se conoce como Educación Pre-Escolar, debe considerar justamente la cualidad que lo define: ser un espacio, tiempo y lugar, antes de la Escuela, propiamente dicha.
Remontémonos de nuevo a la historia, pero ahora tres siglos atrás.
Revisando un ejemplar de la Revista AULA ABIERTA (Año I, n° 3), encontré un artículo acerca de los comienzos de la Educación Pre-Escolar, que les resumo, a modo de breve recuento y reconocimiento a aquellos pioneros.
En el siglo XVIII, después de la Revolución Francesa, en el medio rural francés (Alsacia) y a causa de la devastación causada por la guerra, Juan Oberlín enseñaba técnicas agrícolas a padres y madres para que pudieran colaborar en la producción agrícola, y de ese modo aliviar el problema económico. Dada esta difícil y particular circunstancia los hijos debían quedar al cuidado de otra persona mientras los padres iban a trabajar al campo. Y como quienes inicialmente se hicieron cargo de aquellos niños solían tejer, se llamó a estos sitios: “Escuelas de Tejido”.
De cuidarlos, apareció la necesidad de educarlos. Entonces surgieron las primeras madres-cuidadoras-educadoras, entre quienes destacaron la esposa de Oberlín, Sarah Benzet y Luisa Sheppler. En estas escuelas el juego era el método educativo.
En las ciudades, ante la misma situación, se crearon los llamados “Asilos”. En ellos se reunían niños en grandes salas bajo la dirección de educadores. Los pequeños jugaban mientras los ‘escolares’ recibían nociones elementales de diversas materias y las hembras aprendían a tejer, coser, bordar.
Este Asilo evolucionó hasta constituirse en “Escuela Maternal”, y en 1848 Hippolyte Carnot, Ministro de Instrucción Pública, las incluyó entre los establecimientos de instrucción. Más adelante, en 1879, se designó una comisión encargada de revisar los sistemas de enseñanza para niños pequeños, la cual reconoció el papel formativo e informativo de la Escuela Maternal, y recomendó que en ella fueran aceptados niños entre 2 y 7 años.
Es de destacar que aún hoy día, después de transcurrido tanto tiempo, las características iniciales como fueron atendidos aquellos pequeños, según se recogió, mantienen su importancia y validez. Pienso que su vigencia se sustenta en que están fundadas en la realidad evidente de lo que es un niño de esas edades. Nociones de cuido, juego, madre-cuidadora-educadora, y lo que de ellas se desprende, considero que debe continuarse preservando. El mismo nombre como entonces lo llamaron: “Escuela Maternal”, refleja y dice mucho del espíritu y la atmósfera que estimo debe prevalecer e impregnar ese especial y particular período de la vida.
Vayamos ahora a la vida fetal de un ser humano para ilustrar dos nociones de mucha importancia: evolución y gradualidad.
Un bebé, desde que está en el vientre materno, da señales cuando está listo para un cambio, una transformación. En una situación sana, normal, las contracciones que siente la mamá que la conducen al parto de su hijo, indican que este está avisando que está listo para nacer. Es decir que ya está lo suficientemente desarrollado para vivir -a partir de los 9 meses- fuera del útero de su madre: respirar por sí mismo, mamar el pecho, moverse más a sus anchas, poder estirarse, patear, lanzar brazadas en el espacio disponible, etc. etc.
Y es que tan apropiado y acogedor espacio que mantuvo y permitió la vida y el crecimiento por nueve meses, cumplió su función, y ya no le resulta cómodo al bebé, le queda pequeño. Incluso permanecer en él después del tiempo debido, se puede tornar peligroso para la misma vida del feto, y de la madre.
Pero continuemos acompañando a ese bebé una vez nacido, en ese ir ampliando y desplegando su ser y su existencia. Es así que un bebé sano, deseoso de crecer, si cuenta con una mamá observadora, respetuosa, que no lo enrede, que confíe en la capacidad de su hijo para ir indicándole el camino a seguir con él, y ella lo siga, observa que cuando comienzan a salirle los dientes, y a veces antes, su bebé muestra interés en probar otros alimentos que pasan delante de él. Quiere probar, tiene curiosidad, quiere gustar y de-gustar otros sabores. Este momento indica lo oportuno de comenzar el proceso de destete del pecho, e ir introduciéndolo en otro tipo de alimentación que satisfaga este nuevo apetito y curiosidad. También el pecho, con toda su importancia e inconmensurable valor en la vida de un ser humano, tiene su tiempo, su espacio, y un pequeño lo agradece estando satisfecho, y disponiéndose a querer probar nuevos sabores, texturas. Como si el bebé dijese a su mamá, sin palabras: ‘Muy rico mamá, muchas gracias, nunca lo olvidaré, pero ya está bien. Es suficiente’.
Es importante apreciar ‘parto’, ‘destete’, como situaciones modelo, que se irán repitiendo sucesivas veces en el transcurso de la vida. Algo que se hace insuficiente, una vez cumplida su función, no debe frenar a ese ser en evolución, cuando necesita y requiere buscar otro horizonte.
Pero debemos considerar simultáneamente que estar listo para un cambio, no significa que este se haga de modo abrupto, tajante, a manera de decreto. Mas bien el tiempo que un bebé requiere para pasar de una situación a otra, de un estadio a otro, dentro de términos esperables, debe ser tomado en cuenta y respetado. A esto nos referimos con gradualidad.
La evolución inscrita en lo genético empuja al crecimiento con el estímulo apropiado del ambiente pero, como vemos, las cosas ocurren de modo gradual. Se toman tiempo.
Así, un día a este pequeño en crecimiento y desarrollo continuos, la casa se le va haciendo estrecha, pequeña a sus ansias de conocer. Y entonces, previa dedicada y seria selección de parte de sus padres, llega de manos de ellos al Maternal.
El pequeño está a las puertas de un nuevo mundo de experiencias. De una nueva experiencia, que se espera sea enriquecedora, agradable, ajustada a sus necesidades e intereses. Que no lo sobrepase.
Porque, ¿por qué tiene que suponer sufrimiento, dolor, llanto excesivo, una invitación a aprender, a crecer, y a disfrutar al hacerlo? Y es que cuando resulta dolorosa, puede ser que se esté sobrepasando la capacidad del aparato mental de ese pequeño.
Tomaré, para ilustrar, dos razones habituales de ansiedad: una, que el lugar, la rutina, las personas, le resulten todavía insuficientemente conocidas y, por ende, confiables, y otra, que sea excesivo el tiempo, para su capacidad de tolerancia a la ausencia de sus padres.
En mi experiencia, atender varias circunstancias contribuye a aminorar los efectos de las ansiedades de separación que puedan aparecer en los pequeños.
Por ejemplo, es reconfortante que pueda ser acompañado varios días en el Maternal por su mamá, papá, o alguna otra persona familiar. Igualmente los padres, estar atentos a despedirse siempre al dejarle; no hacerlo a escondidas, aún cuando el pequeño lloriquee o proteste un poco. Hay que tolerar ese llanto o queja, en vez de que se quede en total desconcierto e inquietud: ‘personas importantes para mí, de las que dependo, desaparecen sin previo aviso y tardan en aparecer de nuevo’. Lo que suele derivar en tal grado de desconfianza que determina que el niño se aferre con mayor vigor a la madre, al padre, pues no sabe en qué momento ese ser vital para él pueda volver a ‘desaparecer’. Y como es de suponer esto complica innecesariamente la relación que el pequeño está entablando con el Maternal y sobre todo con la realidad.
Cuidarse de recogerlo a tiempo, sin retraso, suele evitarle fantasías y temores de abandono. También, si lo requiere, poder reasegurarlo de la existencia y presencia de sus padres a través, por ejemplo, del uso del teléfono (que pueda escuchar la voz de su mamá o papá). Y si esto no resultase suficiente para tranquilizarse, ir a recogerlo a la brevedad. Esto evita un malestar que puede irse intensificando.
Para alcanzar atender esto, es fundamental la sensibilidad de los padres y de los encargados en el Maternal, en la observación día a día del pequeño. No sólo en el período inicial, sino todo el año, y a ir decidiendo lo más apropiado en base a lo observado, en cada momento. Estar atento. No exceder los límites de tolerancia del pequeño. No pedirle más de lo que puede ir dando. No pedirle de más a su aparato mental en desarrollo.
También es cierto que cada niño en particular es único, y hay algunos que nos sorprenden, pues no coinciden con las ‘teorizaciones’ que se puedan hacer acerca de ellos. En consecuencia se impone OBSERVAR a cada uno en cada momento y su circunstancia particular. Es lo indicado, lo sensato, y lo que corresponde hacer.
Ya en el Maternal, la dinámica que he observado facilita el bienestar in crescendo del pequeño es un ambiente seguro, con material agradable, estimulante, apropiado a su edad, ubicado en espacios o áreas distintas, variado a diario, entre las cuáles cada pequeño pueda moverse en libertad. Libertad para ir y venir según sus gustos, inquietudes, curiosidad, y personas encargadas que no se angustien por ello, sino que se lo permitan. Que le ayuden a ir atendiendo mínimas ‘normas de convivencia’ (si pueden ser llamadas así), como por ejemplo no molestar a los otros, no dañar el material. De resto, permitírsele andar ‘a su aire’, explorando, descubriéndose, a través de descubrir. Siendo él mismo. Definiendo gustos, intereses, su Ser.
Lo demás: conocer colores, formas, números, letras, habilidades, destrezas, control de esfínteres etc. etc., vienen más o menos por añadidura, con la maduración neurológica, la evolución natural de sus intereses, y un ambiente estimulante, que vaya respondiendo a esas inquietudes. Además los aprehende con mayor facilidad y solidez cuanto más están insertos en su Ser. Esto es en sus intereses, deseos, y motivaciones más genuinos.
El niño no es un ser vacío a ser llenado, es un ser lleno de posibilidades a ir descubriendo y desarrollando por si mismo. Y se irá plenando de lo que a bien tenga y pueda ir tomando de lo ofrecido. Esto apunta además a poder ir desplegando su ser único. Irse definiendo. Quién soy yo. Qué me interesa, qué es esto que llama mi atención, y qué es esto que no soy yo, que es no-yo. Permitirle descubrirse y descubrir el mundo.
Se trata de un descubrimiento y conocimiento fundamental en estas etapas, y es invalorable que el Maternal favorezca y sea oportunidad para esto.
Como habrán podido ver, estimo de gran valor preservar en el Maternal de hoy, características de cuando se aprendía en casa, en familia, lo mismo que en las iniciales “Escuelas de Tejido” y en la “Escuela Maternal”. Algo parecido a como era crecer en casa en compañía de los padres, los abuelos, o bajo el cuido de aquellos tejedores franceses, o con las madres-cuidadoras-educadoras. La atmósfera natural, espontánea, libre, de juego. Materna, de cuidado cariñoso, distinto a ‘la Escuela’, en su concepción habitual y en su definición.
Además el pequeño lo agradece con creces, cuando hace del lugar un sitio propio, suyo, y así lo siente y expresa, y cuando asiste con ánimo, confiado. La autonomía, confianza, el modo seguro con el que se le ve andar en su Maternal, es el despliegue de su ser y su reflejo.
Y para concluir mi parte de la exposición, ya que ahora escucharemos a Victoria y luego a ustedes con sus comentarios e inquietudes, quiero compartir una vivencia personal reciente que me resultó bonita e iluminadora.
Atiendo a una chiquita de 2 años, en lo que su propia mamá denomina,: “Pre-adaptación al Maternal”.
Una mañana la estoy acompañando en el jardín mientras se intenta subir a un parquecito. Permanezco cerca, pendiente, para cuidarla de no caerse y golpearse. Para sostenerla, protegerla, si hiciera falta.
Entonces viene a mi mente con toda claridad, la oración que rezaba de niña antes de dormir, y que quizás muchos de ustedes conozcan: El Ángel de la Guarda. Yo la aprendí enseñada por mi madre, y reza así:
Ángel de mi guarda, dulce compañía, no me desampares ni de noche ni de día.
No me dejes sola pues me perdería. Acompaña mi alma hasta la otra vida.
Quien bendijo el Cáliz la noche de la cena, que bendiga mi cama y quien se acueste en ella.
Con Dios me acuesto, con Dios me levanto.
La Virgen Santísima me cubra con su Santo Manto, Amén.
Dejando de lado los aspectos de fe, religiosos, lo bonito de la tradición infantil y los efectos calmantes, tranquilizadores para entregarse un niño al dormir, quiero destacar la cualidad resaltante de la función del Ángel, y que fue lo que me trajo el recuerdo con tanta nitidez.
“Guarda” implica cuido, protección, y profundo RESPETO. Estar a distancia prudencial. Sin entorpecer, sin entrometerse. Su equivalente en el Maternal significa estar a disponibilidad, permitiendo y respetando el encuentro del pequeño consigo mismo, con la seguridad y confianza de que hay un adulto responsable a su lado, que vela por él y puede ayudarlo en lo que él requiera. Presencia atenta, protectora, cuidadora, que permite la vida y el vivir.
Prestar atención a sus inquietudes, responder a ellas. Atender a sus dificultades, sin resolverlas antes de que el pequeño lo solicite. Dejarlo lidiar con ellas. Ir detrás de sus pasos. Que sea el pequeño quien indique el camino, que tenga que escogerlo él. Eso es una invitación a definirse y reafirmarse como ser, como persona. Y algo sumamente importante, la APROBACIÓN TÁCITA de lo que realiza, repercute, representa, y se transforma en FORTALECIMIENTO de su Ser, de ese ‘Ser él mismo’.
Desde mi experiencia, es la posición interna (con su concomitante externo), que compete al adulto encargado, con los niños en el Maternal. Considero que de eso se trata principalmente, en esos iniciales e invalorables momentos del existir.
Espero que hayan quedado claras para ustedes las ideas asociadas a ‘Hogar’, ‘Maternal’, en cuanto a la atmósfera recomendable en estas tempranas edades de inicio de la escolaridad actualmente, para favorecer, como medio y manera idónea, la ampliación y afianzamiento del Ser, de cada uno de los pequeños.
Yo creo que la chiquita del Ángel agradece esa función, cuando regresa confiada cada vez, y alguna mañana me ofrece, espontánea y generosa, la mitad de su galleta. También con su evolución y sus progresos. Y no me agradece a mí en lo personal, en tanto Gladys Michelena. No, ella agradece la función que estima y aprecia la respeta, y le permite la sencilla y maravillosa oportunidad de ir siendo ella.
Y por su atención, gracias a ustedes también.
Gladys Michelena P.
Psicólogo y Psicoanalista.
Asociación Venezolana de Psicoanálisis.
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