jueves, 21 de marzo de 2013

Preparando a los niños para emigrar



Generalmente los padres que tomamos la decisión de emigrar lo hacemos pensando en poder ofrecerles a nuestros hijos una mejor calidad de vida, e iniciamos ese proceso convencidos de que los niños se adaptarán rápido a los cambios. Sin embargo, éstos definitivamente los afectan y no debemos subestimar el impacto que pueden llegar a tener en sus emociones. 

Cuando decidimos irnos a Canadá, mi esposo y yo sabíamos que el deseo de establecernos en otro país era una inquietud absolutamente nuestra.  Por el contrario, nuestra hija Sofía (de 8 años), parecía estar cómoda en su entorno, rodeada de todo lo que necesitaba para ser feliz: su familia, un lugar para vivir, su cuarto, sus juguetes, un buen colegio, sus amigos... Mudarnos de Venezuela significaba apartarla de su mundo conocido y llevarla a otro, completamente nuevo.

Nos empezamos a preguntar: ¿Qué debíamos hacer para que tuviera una percepción positiva de ese cambio? ¿Cómo lograr que la transición fuera más fácil para ella?

Muchas opiniones coinciden en que hay que comenzar a hablarles a los niños sobre el proceso de emigración lo antes posible y de forma gradual. Durante el tiempo que esperamos por nuestras visas, le mencionábamos a Sofía de vez en cuando lo bonito que sería viajar a otros países e incluso vivir en alguno de ellos. Poco a poco fuimos mostrándole nuestro interés por Canadá y empezamos a hablarle más seguido sobre sus paisajes y su cultura. Para no crearle una ansiedad anticipada, preferimos no mencionarle la mudanza definitiva hasta no tener la visa aprobada y una fecha para partir.

Cuando llegó ese momento, le explicamos de manera sencilla porqué pensábamos que emigrar era necesario para nuestra familia. La animamos a expresar su opinión al respecto y respondimos a cada una de sus inquietudes con la mayor comprensión y empatía, evitando transmitirle nuestras propias preocupaciones. También comenzamos a involucrarla mucho más en el tema, investigando juntos sobre Canadá en internet. Buscamos un mapa de la ciudad donde viviríamos y marcamos los sitios que sabíamos que podían gustarle, como los parques, los museos y el zoológico.  Resaltamos en todo momento los beneficios que tendríamos al mudarnos allí, haciendo énfasis en las cosas nuevas que ahora podríamos hacer: ir a los parques a jugar y respirar aire puro, hacer picnics junto a un lago y ver las flores en primavera. Caminar tranquilos por la calle, y hasta cumplir su sueño de ir al colegio en bicicleta...

Se sintió importante cuando dejamos que participara de la planificación, asignándole pequeñas tareas, como elegir su maleta y decidir los juguetes que se llevaría. Estaba tan entusiasmada, que hasta pidió que le marcáramos en el calendario la fecha del viaje, ¡para comenzar a organizar su despedida con los amiguitos del colegio!

Durante todo el proceso tratamos de mostrarnos muy positivos, evitando transmitirle la ansiedad típica que como adultos sentíamos ante un cambio de tal magnitud. Al final, ver a Sofía contenta y tomándose con naturalidad todo el asunto, nos reafirmó que estábamos haciendo lo correcto. Entendimos que como padres teníamos el compromiso de hacer de la emigración una experiencia maravillosa para ella, y me atrevo a decir que lo logramos.  

Después de diez meses de nuestra mudanza fuera del país, saber que nuestra hija está completamente adaptada a su nuevo entorno, que se siente feliz y segura, eso es para nosotros calidad de vida.

Karla Aguirre
Mamá de Sofía
@YoEncantada

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