sábado, 23 de marzo de 2013

Más lento, Más rápido o diferente. ¡Aquí estoy, papás!




      Ser padres en el siglo XXI tiene la particularidad del gran acceso a información sobre crianza, hitos del desarrollo y posibles alteraciones en el mismo; que adquirimos no solo en los tradicionales libros, revistas y medios como la radio, la prensa y la TV, sino también a través de todo un mundo 2.0 de redes virtuales de apoyo a padres, blogs, sites, revistas digitales, tweets, etc. que acompañan en la crianza e incluso la preceden.

     Desde que sospechamos que se llevó a cabo la concepción quizás muchos empezamos a informarnos acerca de lo que pasa con el bebé dentro del útero, cómo se va desarrollando semana a semana y qué podemos esperar antes de su llegada.

     Todo este bagaje de información se suma a los comentarios de los profesionales y no profesionales que de manera puntual o sistemática nos acompañan en el camino de la paternidad; obstetras, pediatras, psicólogos, maestras, psicopedagogas, familiares, amigos y cualquier otro opinador de oficio que con nobles o no tan nobles intenciones nos aportan más contenido y más peso al programa a partir del cual, analizamos a nuestros hijos. Si bien tenemos una gran ventaja en relación a generaciones anteriores, al tener tantos y tan variados referentes que nos permiten evaluar si todo marcha sobre ruedas, un asunto que quizás amaña la vivencia de la crianza, es que al hacer un uso literal e inadecuado de tantos criterios de comparación, tantas tablas de referencia, promedios estadísticos, tiempos esperados, opiniones de especialistas, tips, prescripciones y recomendaciones, corremos el riesgo de convertirnos en ansiosos evaluadores de nuestros hijos y de nosotros mismos, dejando de disfrutar de “lo que hay y lo que está”, por tener la mirada puesta en lo que supuesta o teóricamente debería pasar. No abogo por el descuido bien por desconocimiento o por negligencia de alguna dificultad o alteración en el desarrollo de nuestros hijos, ¡Qué maravilla que contemos con información y especialistas de los que podamos echar mano ante estas situaciones! Lo que sí manifiesto es que no todos los niños son iguales, ni todas las situaciones disciplinarias o de crianza.

     Los promedios son sólo eso, promedios y no se corresponden          
con ningún niño real, las recomendaciones no son prescripciones inamovibles, son sugerencias que deben ser ajustadas dentro de cada grupo familiar y para cada niño particular.

     Al no perder esto de vista quizás podamos disfrutar más los 4 únicos dientes de nuestro hijito de 15 meses mientras vemos la poblada sonrisa llena de dientecitos del vecinito más chiquito. Quizás así no corramos al pediatra o al psicólogo porque nuestro hijo de 4 no ha dejado los pañales de día mientras que sus primitos ya lo hicieron. Quizás así no nos preocuparíamos tanto porque nuestra niña de 5 no está tan interesada en aprender a leer como sus compañeritas. Quizás así dejáramos de presionar a nuestro adolescente que no le gustan las fiestas sino diversiones más tranquilas para que vaya a todas las fiestas que lo invitan. Quizás así disfrutaríamos más a nuestros hijos y nos aproximaríamos a ellos con más aceptación y serenidad, tan necesarias ambas para su sano desarrollo emocional así como para nuestro bienestar como papás.    



Geraldine Morillo
Psicóloga clínica. Terapeuta de niños adultos, adolescentes y familias.
Co-creadora de Microfamiliando.
@microfamiliando
@gerimorillo

jueves, 21 de marzo de 2013

Preparando a los niños para emigrar



Generalmente los padres que tomamos la decisión de emigrar lo hacemos pensando en poder ofrecerles a nuestros hijos una mejor calidad de vida, e iniciamos ese proceso convencidos de que los niños se adaptarán rápido a los cambios. Sin embargo, éstos definitivamente los afectan y no debemos subestimar el impacto que pueden llegar a tener en sus emociones. 

Cuando decidimos irnos a Canadá, mi esposo y yo sabíamos que el deseo de establecernos en otro país era una inquietud absolutamente nuestra.  Por el contrario, nuestra hija Sofía (de 8 años), parecía estar cómoda en su entorno, rodeada de todo lo que necesitaba para ser feliz: su familia, un lugar para vivir, su cuarto, sus juguetes, un buen colegio, sus amigos... Mudarnos de Venezuela significaba apartarla de su mundo conocido y llevarla a otro, completamente nuevo.

Nos empezamos a preguntar: ¿Qué debíamos hacer para que tuviera una percepción positiva de ese cambio? ¿Cómo lograr que la transición fuera más fácil para ella?

Muchas opiniones coinciden en que hay que comenzar a hablarles a los niños sobre el proceso de emigración lo antes posible y de forma gradual. Durante el tiempo que esperamos por nuestras visas, le mencionábamos a Sofía de vez en cuando lo bonito que sería viajar a otros países e incluso vivir en alguno de ellos. Poco a poco fuimos mostrándole nuestro interés por Canadá y empezamos a hablarle más seguido sobre sus paisajes y su cultura. Para no crearle una ansiedad anticipada, preferimos no mencionarle la mudanza definitiva hasta no tener la visa aprobada y una fecha para partir.

Cuando llegó ese momento, le explicamos de manera sencilla porqué pensábamos que emigrar era necesario para nuestra familia. La animamos a expresar su opinión al respecto y respondimos a cada una de sus inquietudes con la mayor comprensión y empatía, evitando transmitirle nuestras propias preocupaciones. También comenzamos a involucrarla mucho más en el tema, investigando juntos sobre Canadá en internet. Buscamos un mapa de la ciudad donde viviríamos y marcamos los sitios que sabíamos que podían gustarle, como los parques, los museos y el zoológico.  Resaltamos en todo momento los beneficios que tendríamos al mudarnos allí, haciendo énfasis en las cosas nuevas que ahora podríamos hacer: ir a los parques a jugar y respirar aire puro, hacer picnics junto a un lago y ver las flores en primavera. Caminar tranquilos por la calle, y hasta cumplir su sueño de ir al colegio en bicicleta...

Se sintió importante cuando dejamos que participara de la planificación, asignándole pequeñas tareas, como elegir su maleta y decidir los juguetes que se llevaría. Estaba tan entusiasmada, que hasta pidió que le marcáramos en el calendario la fecha del viaje, ¡para comenzar a organizar su despedida con los amiguitos del colegio!

Durante todo el proceso tratamos de mostrarnos muy positivos, evitando transmitirle la ansiedad típica que como adultos sentíamos ante un cambio de tal magnitud. Al final, ver a Sofía contenta y tomándose con naturalidad todo el asunto, nos reafirmó que estábamos haciendo lo correcto. Entendimos que como padres teníamos el compromiso de hacer de la emigración una experiencia maravillosa para ella, y me atrevo a decir que lo logramos.  

Después de diez meses de nuestra mudanza fuera del país, saber que nuestra hija está completamente adaptada a su nuevo entorno, que se siente feliz y segura, eso es para nosotros calidad de vida.

Karla Aguirre
Mamá de Sofía
@YoEncantada