jueves, 7 de marzo de 2013

Criar sin religión, ¿es posible?



Reflexiono en la forma cómo debía abordar este tema sin herir sensibilidades y sin atacar posturas (jamás será mi intención) y noto cómo nos enredamos en direcciones peliagudas creadas por la disyuntiva de creer o no creer.

Nosotros, los papás de Paula, no nos hemos detenido a pensar en la idea de "transmitir" una religión a nuestra hija. ¿La razón? Es que nos cuesta tanto trabajo a nosotros mismos comprender la idea de Religión. Por un lado está nuestra propia visión: Sí, hay un orden que equilibra este universo, existe el bien y el mal, pero están combinados en un equilibrio constante. Y por el otro lado están las costumbres religiosas: esas que vienen de generación tras generación.

No se puede llevar a la práctica una “Autonomía Moral”; decidimos como actuar y somos responsables de las consecuencias agradables y no tan agradables.

La idea de espiritualidad se evidencia, se manifiesta en cada uno de nosotros mismos; está dentro, no fuera: en el destello que se palpa en nuestras entrañas cuando abrazamos, cuando sonreímos, cuando somos altruistas, desprendidos, cuando somos generosos desinteresadamente, cuando contribuimos con este mundo, a que sea un mejor hogar para todos los que vivimos en él. Somos imperfectos. De todo lo que hay que aprender en la vida no veo lugar para la culpa, para el miedo al castigo, y no le veo sentido. Es justo para nuestros hijos tener la libertad de crearse su propia opinión de la vida, que esperamos sea basándose en la sana convivencia y en el respeto por sí misma y los demás. ¿No es lo que todos buscamos para ellos?

Creo que los valores y virtudes no son exclusividad de ésta  o aquella religión; más bien considero que son producto de nuestra naturaleza humana. Así que para apelar a éstos nadie que sea humano debería necesitar ninguna religión específica. Lo que sí realmente es vital es el amor. Y de esto nos sobra para con nuestros hijos.

Un niño necesita saber simplemente qué es lo que está bien y qué es lo que  está mal, recibir una formación en valores que principalmente está dada por el ejemplo de los padres. El respeto y demás valores (autoestima, autoconocimiento, autoimagen…) son aprendidos por el niño en proporción a la libertad que éste tenga de conocerse, de reconocerse, incluso de expresar su opinión dentro de su núcleo familiar y dentro de la sociedad que representa. La satisfacción personal y  darse con y para los demás, no lo alecciona una religión en particular. Esto hace parte de un aprendizaje natural del niño (sin estereotipos preconcebidos), éste que adquiere a través de sus relaciones con otros, con su familia, en su colegio y con todo lo que le rodea. Nos relacionamos unos con otros y eso trasciende en nuestra propia evolución como personas y en nuestra propia espiritualidad. Cuanto más y mejor nos relacionemos, de esa misma forma nos conoceremos y así con los que nos relacionamos, sus necesidades y sus pensamientos y cuanto menos condicionados estemos por prejuicios, mucho mejor para nuestra humanidad.

 

Tamara

Mamá de Paula

@tamaraporque


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