miércoles, 26 de octubre de 2011

A volar con la meditación

Un día entraba a mi apartamento cuando me crucé con una vecina que se acababa de mudar a Caracas. Ella estaba llena de preguntas y yo tenía interés en ayudarla. Alguna vez yo también fui una recién llegada a la capital.
Con mi notable primer embarazo, había resuelto escuchar cualquier consejo que me hiciera bien o me diera algún nuevo conocimiento. La vecina, simpática y conversadora, me empezó a contar que en sus embarazos, había practicado meditaciones y que le habían servido para mantener la calma y contactarse con la nueva vida que crecía con ella.

Así, me dio unas instrucciones sencillas y claras: “Cuando te acuestes, imagínate que te vuelves pequeñita y entras a tu barriga. Allí te encontrarás con tu bebé y podrás darte cuenta de lo cómodo que está. Tu movimiento lo mece constantemente, tu sangre lo alimenta y tus latidos lo arrullan¨.

Quedé emocionada con la posibilidad de ver a mi hijo en ese estado de paz absoluta que ofrecía la meditación. Llegada la noche procedí, en toda mi ignorancia de novata, a conectarme con mi bebé.

Seguí las instrucciones de mi vecina al pie de la letra, como quien hace una receta por primera vez y todavía no tiene la confianza para improvisar. El resultado fue un viaje indescriptible e inesperado. En mi estado de absoluta concentración, vi a mi bebé, tal cual ella lo había descrito: cómodo, apacible, confiado…

Esta práctica la repetí muchas veces más hasta convertirla en mi ritual para conciliar el sueño. Incluso hasta avanzadas las últimas semanas cuando ya no encontraba acomodo ni sentada, ni acostada, la abstracción me proporcionaba una tranquilidad inmediata.

Dos años después de dar a luz, asistí a una meditación colectiva. Prácticamente había abandonado esta dinámica por el poco tiempo que me quedaba después de atender al bebé, dar pecho y asumir mi nueva condición de mamá. Ese día también viví un viaje memorable.

En la meditación, volé, nadé, respiré debajo del agua y volví a ver a mi hijo tal cual lo había visto cuando estaba en mi barriga. Protegido y plácido. Ese día me reconecté con la fuerza creadora del embarazo. Con esa sensación de poder que nos confiere saber que tu bebé está mejor cuidado que nunca, porque va dentro de ti.

Hoy, corro el riesgo de no encontrar mucho eco con estas líneas. Sé que cuando nace el bebé nos volvemos locas tratando de reacomodar el rompecabezas que se ha vuelto nuestra vida, y nos queda poco tiempo para entender que hemos traspasado a una nueva dimensión al convertirnos en madres.

Con el tiempo, que es variable con cada hijo, sucede algo que nos abre los ojos ante la maravilla que hemos alcanzado. Ojalá cada una de ustedes, recuerde con placer ese momento y puedan repetirlo cada vez que quiera revivir la mecánica perfecta del embarazo.

Publicado en Código Venezuela el 23 de Septiembre de 2011.

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